Guerra Fría (Eric Hobsbawm)
“Los cuarenta y cinco años transcurridos entre la explosión
de las bombas atómicas y el fin de la Unión Soviética no constituyen un período
de la historia universal homogéneo y único. … Sin embargo, la historia del
período en su conjunto siguió un patrón único marcado por la peculiar situación
internacional que lo dominó hasta la caída de la URSS: el enfrentamiento
constante de las dos superpotencias surgidas de la segunda guerra mundial, la
denominada «guerra fría».
La guerra fría entre los dos bandos de los Estados Unidos y
la URSS, con sus respectivos aliados… dominó por completo el escenario
internacional de la segunda mitad del siglo XX…Generaciones enteras crecieron
bajo la amenaza de un conflicto nuclear global que tal como creían muchos,
podía estallar en cualquier momento y arrasar a la humanidad. En realidad, aun
a los que no creían que cualquiera de los dos bandos tuviera intención de
atacar al otro les resultaba difícil no caer en el pesimismo, ya que la ley de
Murphy es una de las generalizaciones que mejor cuadran al ser humano («Si algo
puede ir mal, irá mal»). Con el correr del tiempo, cada vez había más cosas que
podían ir mal, tanto política como tecnológicamente, en un enfrentamiento
nuclear permanente basado en la premisa de que sólo el miedo a la «destrucción
mutua asegurada» (acertadamente resumida en inglés con el acrónimo MAD,
«loco») impediría a cualquiera de los dos bandos dar la señal,
siempre a punto, de la destrucción planificada de la civilización. No llegó a
suceder, pero durante cuarenta años fue una posibilidad cotidiana.” (Pág.230)
"Además, a partir de 1949, el gobierno de China no sólo
se involucró en una guerra de gran calibre en Corea sin pensárselo dos veces,
sino que, a diferencia de otros gobiernos, estaba dispuesto a afrontar la
posibilidad real de luchar y sobrevivir a un holocausto nuclear... ( Se dice
que Mao le comentó al dirigente comunista italiano Togliatti: «Quién le ha
dicho que Italia vaya a sobrevivir? Quedarán trescientos millones de chinos, y
eso bastará para la continuidad de la raza humana», «La disposición de Mao para
aceptar lo inevitable de una guerra atómica y su posible utilidad para
precipitar la derrota final del capitalismo dejó atónitos a sus camaradas de
otros países» ) Todo podía suceder. Una vez que la URSS se hizo con armas
nucleares —cuatro años después de Hiroshima en el caso de la bomba atómica
(1949), nueve meses después de los Estados Unidos en el de la bomba de
hidrógeno (1953)—, ambas superpotencias dejaron de utilizar la guerra como arma
política en sus relaciones mutuas, pues era el equivalente de un pacto
suicida... Por desgracia, la certidumbre misma de que ninguna de las dos
superpotencias deseaba realmente apretar el botón atómico tentó a ambos bandos
a agitar el recurso al arma atómica con finalidades negociadoras o (en los
Estados Unidos) para el consumo doméstico, en la confianza de que el otro
tampoco quería la guerra. Esta confianza demostró estar justificada, pero al
precio de desquiciar los nervios de varias generaciones.” (Pág. 233)
HOBSBAWM, Eric (2009). Historia del siglo XX. Crítica,
Buenos Aires.
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