Plan Marshall (1947)

Discurso de George Marshall (1880-1959),
pronunciado en la Universidad de Harvard el 6 de junio de 1947
“No necesito decirles, señores,
que la situación mundial es muy seria (...). Al considerar lo que se precisa
para la rehabilitación de Europa, la pérdida física de vida, la destrucción
visible de ciudades, factorías, minas y ferrocarriles, fueron correctamente
estimadas, pero se ha hecho obvio en los últimos meses que esta destrucción
visible era probablemente menos seria que la dislocación de toda la fábrica de
la economía europea (...)
La verdad de la cuestión es que las
necesidades de Europa para los próximos tres o cuatro años en alimentos y otros
productos esenciales procedentes del exterior, principalmente de América, son
tan superiores a su presente capacidad de pago, que tienen que recibir una
ayuda adicional sustancial o enfrentarse con un deterioro económico, social y
político de un carácter muy grave.
[…] Es lógico que los Estados Unidos hagan
cuanto esté en su poder para ayudar a volver a una salud económica normal en el
mundo, sin la cual no cabe estabilidad política ni paz segura. Nuestra política
no va dirigida contra ningún país, ni ninguna doctrina, sino contra el hambre,
la pobreza, la desesperación y el caos. Su objetivo debe ser la vuelta a la
vida de una economía operante en el mundo, de forma que permita la aparición de
condiciones políticas y sociales en las que puedan existir instituciones libres.
Tal ayuda, a mi modo de ver, no debe llevarse a cabo en pedazos a medida que se
desarrollen las crisis. Cualquier ayuda que este Gobierno pueda prestar en el
futuro debe procurar una cura antes que un simple paliativo.
Cualquier gobierno que esté
dispuesto a ayudar en la tarea de la recuperación, encontrará, estoy seguro de
ello, plena cooperación por parte del Gobierno de los Estados Unidos. Cualquier
gobierno que maniobre para bloquear la recuperación de otros países no puede
esperar apoyo de nosotros. Más aún, los gobiernos, partidos políticos o grupos
que traten de perpetuar la miseria humana al objeto de aprovecharse de ella
políticamente o de otra manera, encontrarán la oposición de los Estados Unidos.
Es ya evidente que, antes de que el Gobierno
de los Estados Unidos pueda ir mucho más lejos en sus esfuerzos para aliviar la
situación y ayudar a situar al mundo entero en su camino hacia la
reconstrucción, tiene que haber algún acuerdo entre los países de Europa en
cuanto a lo que requiere la situación y a la parte que estos países mismos
tomarán en orden a dar el adecuado efecto a cualquier acción que pueda ser
emprendida por este Gobierno. No resultaría ni conveniente ni eficaz para este
Gobierno intentar montar unilateralmente un programa encaminado a poner a
Europa de pie económicamente. Este es el asunto de los europeos. La iniciativa,
pienso yo, tiene que venir de Europa. El papel de este país debe consistir en
una ayuda amistosa en la elaboración de un programa europeo y un ulterior apoyo
a dicho programa en la medida en que pueda ser práctico para nosotros hacerlo.
El programa debería ser un programa combinado, aceptado por un buen número de
naciones europeas, si no por todas.
Parte esencial de cualquier acción afortunada
por parte de los Estados Unidos es que el pueblo de América comprenda, por su
parte. el carácter del problema y los remedios a aplicar. La pasión política y
los prejuicios no deben intervenir. Con previsión, y con la voluntad de nuestro
pueblo de enfrentarse con la ingente responsabilidad que la historia ha puesto
claramente sobre nuestro país, las dificultades que he subrayado pueden ser
superadas, y lo serán."
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