Historia para combatir prejuicios

 

“Volver la espalda a la historia en estos momentos es una actitud suicida. Lo queramos o no, la historia está presente en nuestro alrededor y es una de las fuentes más eficaces de convicción, de formación de opinión en materias relativas a la sociedad. Las legitimaciones históricas están tras una gran parte de los conflictos políticos actuales, y no sólo de los conflictos entre países, pueblos y etnias, sino de los que se producen en el interior mismo de las sociedades de cada país (el racismo, por ejemplo, tiene mucho más que ver con la historia que con la biología).

No podemos despreocupamos de la función social de la historia, porque lo que nos estamos jugando es demasiado trascendental. Y si bien es verdad que los viejos métodos nos han fallado y que la confusión ecléctica que ha venido a reemplazarlos nos sirve de poco, nuestra respuesta no puede ser la de abandonar el campo, sino la de esforzamos en recuperar unos fundamentos teóricos y metodológicos sólidos, que hagan posible que nuestro trabajo pueda volver a ponemos en contacto con los problemas reales de los hombres y mujeres de nuestro mundo. Y que nos han de llevar, de paso, a reemprender el proyecto, hasta hoy no realizado, de construir una historia de todos, capaz de combatir con las arnas de la razón los prejuicios y la irracionalidad que dominan en nuestras sociedades. Una historia que nos devuelva la voluntad de planear y

construir el futuro, ahora que sabemos que es necesario participar activamente en la tarea, porque no está determinada y depende de nosotros”.

 

Fontana, Josep (2001). La historia de los hombres. Barcelona, Crítica. P. 16

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